22.2.18 in ,

Cada mañana

Cada mañana, tras el cristal, ve amanecer la ciudad. Escondido en un café y dejándose llevar por su sabor, observa a través del humo el despertar del bullicio del nuevo día. Caras largas, sombras, prisas... Un correr que deja atrás la calma de la noche, mientras el aroma del café se va disipando. Atrás quedó la oscuridad, calmada, silenciosa y llena de sueños, que da paso a una claridad más difusa, que ilumina la vida, máscara de los deseos de esos seres llamados personas, que vagan de un lado a otro buscando su sitio en la gran ciudad. Marionetas perdidas sin saber que lo son, presas del "ahora" y del "ayer", cuya única lucha es sobrevivir sin pensar en los demás. Llega la falsa vida a la ciudad, mientras el café se acaba y el cristal se empaña al respirar